martes, 2 de octubre de 2012

Bullying

This is an essay I wrote for school. It's in Spanish, so I guess only Spanish speakers will be able to read it... Sorry about that. I'm thinking about translating it, who knows, maybe I will  :)

Stay Strong,
Ana Vi



El bullying, también conocido como acoso escolar, consiste en el maltrato hacia otra persona y el irrespeto por sus derechos e integridad. Es una situación que lamentable mente se está dando muchísimo (a pesar de que ya se le da más importancia) y puede causar muchísimo daño a quienes lo sufren, generalmente solos y en silencio.
 Hay varios tipos de bullying o acoso escolar: físico (golpes, patadas, empujones, palizas…), verbal (insultos, apodos, gritos, amenazas, degradaciones…), psicológico (intimidación, rumores, manipulación de redes sociales, presión social, extorsión, exclusión…) y el virtual (foros, blogs y otras redes sociales como Facebook para lastimar o humillar), conocido como cyber-bullying.
 El bullying puede darse en cualquier etapa, pero comúnmente sucede entre la pre-adolescencia y adolescencia, o entre primaria y secundaria, para decirlo de una manera diferente. Desafortunadamente, los niños de hoy se inclinan cada vez más a “ir con la corriente”. En el momento en que alguien se convierte en el blanco de un bully, se convierte en el blanco de todos los seguidores de éste.

Mi Experiencia Personal con el Bullying
 Para mí, el bullying es un tema espinoso. Yo sufrí de un bullying constante desde cuando tenía diez años hasta cuando cumplí doce. Se puede decir que de los cuatro tipos de bullying que mencioné, sufrí dos: el físico y el verbal.
 Fue muy duro. Pensar en las cosas por las que mis compañeros me hicieron pasar en aquél tiempo todavía causa que se me haga un nudo en la garganta y que mi corazón se acelere. Es una etapa de mi vida que por más que intente, nunca va a quedar atrás. Siempre voy a recordar cómo me sentí, las cosas hirientes que me decían, las risas burlonas, los golpes… Todo. Afortunadamente, mi caso es uno de los no tan comunes que terminaron bien.
 Puedo afirmar sin dudar que el bullying me hizo más fuerte. Me hizo la piel más gruesa, como dicen. Nunca cometí un acto de bullying antes de que todo me sucediera y nunca lo cometeré debido a que sé lo que es, de primera mano.
 Todo empezó cuando entré a un colegio nuevo en quinto grado. No tenía amigos, no conocía a nadie… en fin, todo era nuevo. Al principio todo iba bien. No puedo decir que estaba emocionada, ya que ya había cambiado de escuela muchas veces debido al trabajo de mi mamá y estaba cansada de los cambios. Aún así, aparte de eso, no tenía de qué quejarme. Poco a poco fui conociendo a la gente, hasta hice varios amigos. La pesadilla comenzó cuando la “cabecilla” del grupo, Alonso, decidió pedirme que fuera su novia y me negué.
 Enserio, ¿para qué iba a querer yo un novio a los once años? No conocía a Alonso muy bien, solo sabía que tenía catorce años en ese momento (estaba quedado), que era muy adinerado porque su papá era dueño de una estación de radio, que era muy burlista (yo había intentado no meterme con él precisamente por eso) y que para mí, que siempre he sido la más bajita del grupo y usualmente la más joven, era tan alto como un árbol. Sin dudarlo le contesté que no. Ahí fue cuando todo comenzó.
 Al día siguiente, su actitud era muy hostil y cada vez que me veía me empujaba o me jalaba la trenza. Yo me limitaba a decirle que parara. Luego empezó a comentar al frente de todo el mundo lo muy gorda que estaba. “¿Cuántos meses tiene?” me solía decir. Pasaba diciéndole a todos que yo tenía cara de puta (perdón por la palabra). Los varones del grupo, que siempre lo seguían como cachorros, se reían y agregaban uno que otro comentario hiriente, haciendo que cada vez me sintiera más fea y gorda.
 Mi amiga, o la niña con la que andaba en ese momento, se reía también. Cada vez que le reclamaba me decía: “Ay ya, no le haga caso. Uno se tiene que reír de esas cosas.” Tal vez tuviera razón. Tal vez yo me habría reído y ya de haber pasado esto solo una vez, pero era constante. No pasaba una clase sin que una falla de mi físico saliera a relucir. Me escondían las cosas y me tiraban al suelo para quitarme los zapatos y tirarlos al basurero o dejarlos en un lugar alejado, obligándome a caminar por todo el colegio en medias al frente de los demás.
 Al principio yo aguantaba todo eso en silencio y contenía las lágrimas. Luego, algo extraño pasó. Me volví violenta, contestando cada insulto y devolviendo cada golpe. Muy pronto me vi recibiendo palizas, y peleando contra ellos como si fuera un varón. Perdí mi feminidad por completo. Enserio creo que llegué al punto en el que no me importaba como me veía, no me sentía mujer. Yo solo peleaba y… perdía, por supuesto. Que me sintiera hombre no me hacía uno, y ellos me superaban en tamaño, fuerza y cantidad.
 Recuerdo muy claramente la primera vez que lloré al frente de ellos. Me habían llevado al fondo de la plaza, donde usualmente me pegaban y no había profesores. Me estaban tirando al suelo y haciéndome zancadillas. Al hacerlo me pateaban las espinillas, cosa que dolía muchísimo, ni siquiera dándome tiempo para poder defenderme o por lo menos echar a correr. No sé que fue diferente ese día, pero más que lastimarlos físicamente, quería que supieran lo mucho que los aborrecía. Comencé a gritarles lo mucho que los odiaba. Rompí a llorar y no podía parar. Ellos al principio me vieron extrañados, ya que yo nunca lloraba (por lo menos en público), pero después de un rato empezaron a reír. ¡Reír! Se rieron al verme sollozando adolorida en el suelo.
 Me topé a unas compañeras cuando estaba regresando al salón. Eran las populares de la clase, las bonitas. No sé qué aspecto tenía yo en ése momento, pero debió haber sido muy malo ya que me preguntaron qué había pasado. Yo estaba tan afectada y… dolida, que les conté todo. Ella me instaron a decirle a la profesora. Para cuando la clase inició ellas ya le habían contado todo. Sentí pánico, mucho pánico. Obviamente, nada bueno salió de eso.
 Pasaron esos dos años, los peores de mi vida creo. Recuerdo que siempre le decía a mi mamá que por favor no me cambiara de escuela, ya que yo era feliz ahí. Era mentira. La verdad era que me daba mucho miedo que en otro colegio fuera peor. Ella no sabía lo que me pasaba en el colegio. Nadie lo sabía.
 Alonso dejó el colegio, así que para cuando entré a secundaria todos me dejaban tranquila. Todo mejoró, pero me costó mucho hacer amigas otra vez. Yo me había perdido a mí misma. Había perdido por completo mi autoestima y mi identidad. No era femenina, ni gentil. Era brusca y cerrada, no dejaba que la gente me conociera ni me interesaba conocer a la gente.
 El tiempo fue curando mis heridas, junto a personas que fui conociendo conforme el tiempo. Muchos compañeros que me pegaban o insultaban antes ahora son mis amigos. Cambié de colegio (al Monterrey) y decidí ser social y dejarme conocer. Me encontré a mí misma. Toda esa experiencia me hizo más fuerte, pero dejó muchas cicatrices y hasta heridas que todavía están abiertas. Lo bueno es que ahora sé que puedo afrontar todo lo que me proponga y que no hay casi nada que el tiempo, la amistad y el cariño no curen.
 Después de mucho tiempo de reflexión me di cuenta de que yo no supe afrontar lo que me sucedía de la mejor manera. No busqué ayuda, sino que respondí al fuego con fuego. No me desahogué con nadie excepto mi diario. Cuando una guarda muchas cosas en su interior llega a extremos como pensar en el suicidio. Yo no niego que me cruzó por la cabeza un par de veces, pero de algún modo siempre supe que las cosas iban a mejorar. Además de que jamás le haría algo así a mi mamá, que en ningún momento me  dejó de dar su cariño.
 Lamentablemente, hay muchas personas que no tienen un final feliz. Por eso es que creo que en las escuelas y colegios, el bullying debería tener más importancia. Los profesores deberían estar más atentos y los estudiantes deberían ser más sensibles y tolerantes. Yo estoy segura de que nunca quiero causarle a otra persona el dolor que otros me causaron a mí.

 

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